sábado, abril 08, 2006

El que no se consuela es porque no quiere

Tengo 26 años y sueño cada noche desde hace mes y medio que estoy embarazada, hecho técnicamente imposible si tenemos en cuenta el tiempo que llevo sin probar varón, que ya me vale…

Cada noche me pavoneo en brazos de Morfeo con una enorme tripa que acaricio y mimo hasta que suena el despertador, eso si, siempre en circunstancias muy chungas, cada noche fabrico una catástrofe diferente… guionistas de telefilmes del mundo! heme aquí!... yo que vosotros no me dejaría escapar.

Dada mi lozana edad, este cuerpo serrano que dios me ha dao y esas pistas oníricas, parece que mi reloj biológico esta como unas pascuas y mi instinto maternal en pleno auge (muy oportuno el), debo tener ahora mismo la fertilidad de una coneja, y dado que el hombre que aparece en mis sueños como padre de mis hijos se ha decantado por una vida sin preguntas, me he comprado unas macetas.

Un perejil al que amare y respetare hasta que la muerte (la suya intuyo, aunque nunca se sabe) nos separe y una gitanilla a la que cuidaré y daré todo lo que yo no tuve y a la que voy a enseñar a chocar sus hojitas por bulerías.

Os presento a mi pequeña:


lunes, abril 03, 2006

El final del acabose

Me gustaría encontrar el modo de calmar este dolor. Me gustaría desaparecer sin que nadie me echase de menos. Me gustaría haberme preparado alguna ilusión en la que pensar cuando esta se fuese a la mierda...

Me gustaría no haberme creído esa mirada tuya, ni la primera ni la última. Me gustaría no haber dedicado ni un minuto a pensar en ti, dicen que se necesita la mitad del tiempo que se dedica a alguien para olvidarlo y eso es mucho tiempo. Me gustaría no haber pensado que por alguna razón que ni tu ni yo sabíamos, los dos teníamos claro que terminaríamos juntos, me parecía lo evidente, lo inevitable, lo perfecto. Me gustaría no echar de menos algo que nunca tuve. Ojalá no hubiese sido tan valiente, ojalá no me hubiese lanzado a saber quien y cómo eras, y ojalá hubiese usado para ti los ojos críticos que tengo para el resto, ojalá no me hubiese enamorado de ti como una burra.

Llevo llorando 23 horas, no sé cuantas horas resiste llorando el cuerpo humano, supongo que muchas si lo hidratas, me duelen la cabeza y los ojos. Llevo toda la noche matando la idea de esos rizos pequeños, de esos piececitos color aceituna, de esa carita que había imaginado con tu piel, mi mala leche y tu risa. Pensando en tus manos…en como cogían las mías… Acordándome de cada vez que me has llamado para que te cuente una y otra vez aquello de las nutrias…lo que dices mientras duermes o lo que dices al colgar el teléfono, eso que me queda tan grande siendo yo “tan chica”.

Pienso en cual fue el momento, la palabra, la mirada que hizo que todo se fuese al traste, pienso lo que nunca se debe pensar… ¿Qué hubiese ocurrido si?. Intento evitar que me retumben tus palabras en la cabeza, tus “te amo” tan recientes, tan jodidamente recientes que me parece increíble, todas esas palabras tuyas que salen de tu boca sin el más mínimo cuidado ni respeto, como una fuente de sentimientos instantáneos que alguna fuerza diabólica te hace escupirme cada vez que me hablas, sin plantearte si lo sentirás a los diez minutos y sin plantearte como puedan repercutir en mi vida.

Intento odiarte pero no lo consigo.

Y ahora sólo queda esperar, esperar a volver a ser la mujer que era cuando te conocí y no la pena de tía que soy ahora, esperar a poder volver a confiar en alguien y en algo, esperar a tener ganas de hacerlo, esperar a que te vayas de mi cabeza, esperar a olvidar tu olor que me atropella en cada esquina, esperar a que lo que yo siento me sirva de algo en el futuro sin necesidad de correspondencia, aunque sólo sea por la energía derrochada…esperar, es lo que toca.

Y no puedo dejar de reprocharme la vida de gusano que llevo… blanco, baboso y dedicada a un solo fin, hacer el capullo.