martes, abril 17, 2007

Donde dije digo...

Y es que no se puede ir por la vida prometiendo nada, ni a los demás ni a uno mismo, sobre todo a uno mismo. Desde que vivo con mi esposa la frase que más he oído es “no prometas..” Y es algo en lo que no había pensado, pero efectivamente pocas promesas se mantienen en pie si no ninguna.

La culpa de todo esto la tienen las monjas que supuestamente me educaron. No se si en los demás colegios también ocurre pero en los colegios de monjas corre el bulo por los pasillos de que dios solo te castigas si incumples un juramento, en cambio una promesa...una promesa se puede saltar a la torera.

Todos sabemos que los pijos por aquello de su calidad de vida y sus comodidades no tienen miedo a nada, no saben lo que es perder, no saben lo que es ahorrar para comprarse un disco, ni lo que es pedir unas zapatillas durante meses con pataletas diarias y conseguirlas justo el día que se pasan de moda, en el caso hipotético de conseguirlas claro. Y es por eso por lo que los pijos si que juran, juran sin parar. No temen el castigo divino. ¿Total que puede pasar? ¿qué se les rompa una uña o se les gire el flequillo hacia el otro lado?.

Y en los últimos años yo me había hecho muchas promesas, me prometí que la próxima vez que me diese un bajón de tensión lo primero que haría sería sentarme, y hoy tengo 3 puntos en un párpado, me prometí no volver a dejar nada para el último día y hoy tengo un curso completo que estudiarme en un par de tardes, me prometí cambiar de curro antes de semana santa... me prometí no volver a mirarme en los ojos de nadie...

Que del castigo divino me libro esta claro porque solo me lo prometí, jamás lo juré (I book you), pero que mis promesas no valen un pimiento eso...eso os lo prometo.