A las trincheras!
Supe de ti desde muy joven, cuando aún era una niña ya te esperaba y buscaba por todos lados. Iba detrás tuyo en el patio del colegio cuando las demás niñas solo se preocupaban por saltar infinitas veces una absurda cuerda o en enredarse la pierna con un elástico mientras cantaban estúpidas cancioncitas de marineros y maquinas de escribir. Nunca se me dio bien, yo me sentaba y pensaba en ti.
Llené mil folios dirigiéndome a ti, te quise encontrar en mil caras donde no estabas, rimé horribles poemas desestructurados dignos de la hoguera y perdí el tiempo...
Me dormía imaginando que llegarías en el momento más inesperado, volviéndolo todo del revés, arrasando con una vida común y que cualquier impedimento sería poco para estar a mi lado.
En un par de ocasiones sufrí tus bandazos y pude conocer mucho mejor tus sinsabores que todo lo que esperaba de ti. Y hubo un día, cuando ya no te esperaba, que apareciste despacio, en silencio, sigiloso pasaste por mi espalda y me susurraste al oído “te tengo”.
Poco después solo tu peor parte se quedo sobre mis hombros, impidiéndome avanzar durante años y observando cada uno de mis movimientos, mirándome a los ojos desafiante, queriendo compararse con todo lo bueno que pudo ocurrirme.
Y harta te dejé ir, y no quise más de lo malo ni nada de lo bueno, y no esperé más a que regresases, y te cogí miedo... y llegué a odiarte y huirte.
Has sido mi mejor medicina contra la impaciencia.
Llené mil folios dirigiéndome a ti, te quise encontrar en mil caras donde no estabas, rimé horribles poemas desestructurados dignos de la hoguera y perdí el tiempo...
Me dormía imaginando que llegarías en el momento más inesperado, volviéndolo todo del revés, arrasando con una vida común y que cualquier impedimento sería poco para estar a mi lado.
En un par de ocasiones sufrí tus bandazos y pude conocer mucho mejor tus sinsabores que todo lo que esperaba de ti. Y hubo un día, cuando ya no te esperaba, que apareciste despacio, en silencio, sigiloso pasaste por mi espalda y me susurraste al oído “te tengo”.
Poco después solo tu peor parte se quedo sobre mis hombros, impidiéndome avanzar durante años y observando cada uno de mis movimientos, mirándome a los ojos desafiante, queriendo compararse con todo lo bueno que pudo ocurrirme.
Y harta te dejé ir, y no quise más de lo malo ni nada de lo bueno, y no esperé más a que regresases, y te cogí miedo... y llegué a odiarte y huirte.
Has sido mi mejor medicina contra la impaciencia.

7 Comments:
Joer, que intimista...
Hoy venía paseando del trabajo y pensaba (vete tú a saber de dónde ha salido a estas alturas) en el único cabrón que se ha cruzado en mi vida de esa manera.
Y me reía... a fin de cuentas sólo nos han ayudado a aprender, niña...
Volverá...
Nunca se fué, nunca se nos fué a ninguno realmente...
Niña, hay un juego nuvo en los icos.
Se llama días de tele, la infancia perdida.
Así que sal de donde estés escondida y ponte con ellos, que necesito tu ayuda!!!!
Ay, el amor... Tanto tiempo y tanto gasto y luego no dura más que un rato chiquitirritín.
Pues yo creo que el amor es algo tan bonito que deberían ilegalizarlo.
Eso si, las corridas de toros me encantan.
Publicar un comentario
<< Home